1. 'Creo en el Espíritu Santo'.
En el desarrollo de una catequesis sistemática bajo la guía
del Símbolo de los Apóstoles, después de haber explicado los artículos sobre
Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre por nuestra salvación, hemos llegado a la
profesión de fe en el Espíritu Santo. Completado el ciclo cristológico, se abre
el neumatológico, que el Símbolo de los Apóstoles expresa con una fórmula
concisa: 'Creo en el Espíritu Santo'.
El llamado Símbolo niceno-constantinopolitano desarrolla más
ampliamente la fórmula del artículo de fe: 'Creo en el Espíritu Santo, Señor y
Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas'.
2. El Símbolo, profesión de fe formulada por la Iglesia, nos
remite a las fuentes bíblicas, donde la verdad sobre el Espíritu Santo se
presenta en el contexto de la revelación de Dios Uno y Trino. Por tanto, la
neumatología de la Iglesia está basada en la Sagrada Escritura, especialmente
en el Nuevo Testamento, aunque, en cierta medida, hay preanuncios de ella en el
Antiguo.
La primera fuente a la que podemos dirigirnos es un texto
joaneo contenido en el 'discurso de despedida' de Cristo el día antes de la
pasión y muerte en cruz. Jesús habla de la venida del Espíritu Santo en
conexión con la propia 'partida', anunciando su venida (o descenso) sobre los
Apóstoles. 'Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no
me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy os lo enviaré' (Jn
16, 7).
El contenido de este texto puede parecer paradójico. Jesús,
que tiene que subrayar: 'Pero yo os digo la verdad', presenta la propia
'partida' (y por tanto la pasión y muerte en cruz) como un bien: 'Os conviene
que yo me vaya...'.Pero enseguida explica en qué consiste el valor de su
muerte: por ser una muerte redentora, constituye la condición para que se
cumpla el plan salvífico de Dios que tendrá su coronación en la venida del
Espíritu Santo; constituye por ello la condición de todo lo que, con esta
venida, se verificará para los Apóstoles y para la Iglesia futura a medida que,
acogiendo el Espíritu, los hombres reciban la nueva vida. La venida del
Espíritu y todo lo que de ella se derivará en el mundo serán fruto de la
redención de Cristo.
3. Si la partida de Jesús tiene lugar mediante la muerte en
cruz, se comprende que el Evangelista Juan haya podido ver, ya en esta muerte,
la potencia y, por tanto, la gloria del Crucificado: pero las palabras de Jesús
implican también la ascensión al Padre como partida definitiva (Cfr. Jn 16,
10), según lo que leemos en los Hechos de los Apóstoles: Exaltado por la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido' (Hech 2,
33).
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