En cuanto a la predicación, ésta debe ser práctica. La
predicación debe ser directa. Debemos predicar acerca del Evangelio y no acerca
de ningún hombre. La predicación debe estar dirigida a los oyentes. El ministro
debe predicar refiriéndose a ellos, y no debe dejar la impresión de que está
refiriéndose a otras personas. De nada servirá la predicación si no convence a
cada individuo de que él es la persona en cuestión.
Muchos predicadores temen dar la impresión de que se están
refiriendo a alguien en particular. Predican contra ciertos pecados, pero
procuran hablar de tal manera que ninguno de sus oyentes pueda pensar que son
culpables de tales abominables prácticas. ¡Eso no es predicar el Evangelio!
Cristo, los profetas y los apóstoles no predicaron de esa manera. Tampoco
predica así el ministro que tiene éxito en ganar almas para Cristo. Hable desde
el púlpito como si estuviera conversando. Evite ese estilo altisonante que da
la impresión que el Cristianismo es algo misterioso. Use palabras que se puedan
entender perfectamente, no sea de los que por temor a lucir inculto, emplean un
vocabulario que la gente no entiende.
En la predicación deben abundar las ilustraciones y los
ejemplos tomados de casos reales o imaginarios. Jesucristo constantemente
ilustraba sus enseñanzas. Lo mismo presentaba un principio y luego lo ilustraba
con una parábola. Hay millones de hechos de los que se pueden sacar provecho;
sin embargo, pocos ministros se atreven a usarlo por temor a que alguien diga
que lo único que sabe es hacer cuentos. ¿Y qué? ¡Así predicó Jesús!. Y es la
única manera de predicar bien.
Las ilustraciones, las parábolas y los ejemplos sirven para
que los niños puedan entender el Evangelio, ya que ellos necesitan una
predicación simple y agradable. Un ministro una vez le preguntó a un actor, por
qué los artistas al representar una simple ficción conmovían al auditorio, y
hasta le arrancaban lágrimas, mientras los ministros, al presentar la más
solemne de todas las realidades, apenas podían obtener la atención al púlpito.
El actor le explico sabiamente: Es que nosotros presentamos la ficción como si
fuera realidad, mientras que ustedes presentan la realidad como si fuera
ficción.
El artista combina la acción con la palabra, y la palabra
con la acción. Sus miradas, sus gestos, sus ademanes, tienen el propósito de
expresar a cabalidad el pensamiento del autor. Esto es lo que el predicador
debe intentar también, sin convertir el púlpito en un circo, o en un show.
Cristiano, no digas que la predicación es "demasiado
franca" por el simple hecho de que expone las faltas de la iglesia. Se
deben evitar las tontas liviandades al predicar y los chistes, pues estos le
quitan la seriedad y la solemne importancia a la predicación. Además se debe
predicar sin hipocresía y no utilizar la predicación para desahogar rencores o
resentimientos hacia alguna persona en particular.
El predicador debe evitar las lisonjas y la adulación, y
también debe evitar los halagos, los elogios y la lambonería sobre el púlpito,
ya que la Biblia dice que la adulación es pecado. (Lea Salmos 5:9 - 12:2,3 -
78:34-37 - Proverbios 16:29 - 26:28 - 28:23 - 29:5 - Romanos 16:17,18 – 1
Tesalonicenses 2:5-Judas 1:16).fuente :i glesiacristianatemplodefe.org
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