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Que tan Importante es Para Vos la palabra de Dios

Cuando leemos y nos instruimos en la palabra de dios, Cristo Jesús ya no está aquí para contarnos historias y parábolas pero tenemos su palabra la Biblia, tenemos hombres y mujeres de Dios que están aquí en la tierra para ayudarnos a permanecer en los caminos del Señor y a estar preparados y alertas para su llegada.

Por lo general nosotros los jóvenes no queremos ir a la Iglesia porque es un tanto aburrida, porque los sermones son larguísimos y además nadie le entiende al pastor. O no queremos ir porque tenemos compromisos con nuestros amigos, o porque queremos dormir solo unas horitas más ya que el sábado te fuiste a una fiesta. Y no que pereza, además es domingo día de descanso. O tenemos tantos deberes que simplemente no podemos ir a la Iglesia. Así somos los humanos, preferimos atender nuestros deseos terrenales antes que atender lo que Jesús nos quiere enseñar.

La iglesia es importante para el crecimiento espiritual de cada uno.

En la iglesia podemos encontrar hermanos y amigos en Cristo con nuestros mismos ideales y objetivos. El mayor de todos seguir a Cristo. La iglesia es necesaria. Aprender de la palabra de Dios, es la única cosa necesaria, porque si aprendes la palabra de Dios entonces comprenderás que las otras cosas no son más importantes, y que Nuestro Señor nos va a ayudar a salir adelante solo si le dedicamos el tiempo que él se merece.

Vienen días difíciles y de tribulación.


¿Tu estas preparado para enfrentarte a los grandes desafíos que vendrán? No, no estás preparado. ¿O tal vez tú vas a dejar de ser un trigo limpio y agradable delante de los ojos de Dios para convertirte en mala hierba?

Van a llegar los momentos difíciles en los cuales tú tienes que poner en practica todo lo que aprendiste. Y qué pasaría si no estás preparado.

Milagros y Bendito en el Nombre de Jesus

Un atención particular merece la resurrección de Lázaro, descrita detalladamente por el cuarto Evangelista. Leemos: 'Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que Tú me has enviado. Diciendo esto, gritó con fuerte voz Lázaro, sal fuera. Y salió el muerto' (Jon 11, 41-44). En la descripción cuidadosa de este episodio se pone de relieve que Jesús resucitó a su amigo Lázaro con el propio poder y en unión estrechísima con el Padre. 

Aquí hallan su confirmación las palabras de Jesús: 'Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también' (Jn 5,17), y tiene una demostración, que se puede decir preventiva, lo que Jesús dirá en el Cenáculo, durante la conversación con los Apóstoles en la última Cena, sobre sus relaciones con el Padre y, más aún, sobre su identidad sustancial con El.


4. Los Evangelios muestran con diversos milagros) señales cómo el poder divino que actúa en Jesucristo se extiende más allá del mundo humano y se manifiesta como poder de dominio también sobre las fuerzas de la naturaleza. Es significativo el caso de la tempesta

Los Apóstoles pescadores ad calmada: 'Se levantó un fuerte vendaval'.


sustados despiertan a Jesús que estaba durmiendo en la barca. El 'despertado, mandó al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa calma... Y sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: ¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?' (Cfr. Mc 4, 37-41).

Jesús Predica el santo Evangelio

(Juan 15:1-17; Josué 1:5-9; Eclesiastés 11:9-12:1)

Jesucristo nos invita a estar unidos a Él, así como él lo está a nosotros: "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí" (v. 4). Es una invitación con promesa: "Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho" (v. 7). Él nos amará con verdadero amor: "Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado" (vv. 9,10,12). Este verdadero amor genera una verdadera amistad: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando" (vv. 13,14).

Es por eso que podemos afirmar con toda certeza que Jesucristo es nuestro mejor amigo, el único que fue capaz de dar su vida por nosotros, siendo aún pecadores. 


Sólo nos pide una condición: hacer su voluntad (v. 14). La verdadera amistad demanda amor y obediencia. No se puede amar sin que eso implique fidelidad, obediencia. El amor no debe ser fingido, éste debe ser sincero, sin hipocresías. De ahí que el fruto del verdadero amor es la verdadera amistad.

He aquí el santo espíritu que Nuestro Dios Nos ha Prometido

Ho dios padre santo en tu Nombre mi dios te clamo En el desarrollo de una catequesis sistemática bajo la guía del Símbolo de los Apóstoles, después de haber explicado los artículos sobre Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre por nuestra salvación, hemos llegado a la profesión de fe en el Espíritu Santo. Completado el ciclo cristológico, se abre el neumatológico, que el Símbolo de los Apóstoles expresa con una fórmula concisa: 'Creo en el Espíritu Santo'.

Si la partida de Jesús tiene lugar mediante la muerte en cruz, se comprende que el Evangelista Juan haya podido ver, ya en esta muerte, la potencia y, por tanto, la gloria del Crucificado: pero las palabras de Jesús implican también la ascensión al Padre como partida definitiva (Cfr. Jn 16, 10), según lo que leemos en los Hechos de los Apóstoles: Exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido' (Hech 2, 33).

El llamado Símbolo niceno-constantinopolitano desarrolla más ampliamente la fórmula del artículo de fe: 'Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas'.

El Símbolo, profesión de fe formulada por la Iglesia, nos remite a las fuentes bíblicas, donde la verdad sobre el Espíritu Santo se presenta en el contexto de la revelación de Dios Uno y Trino. Por tanto, la neumatología de la Iglesia está basada en la Sagrada Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento, aunque, en cierta medida, hay preanuncios de ella en el Antiguo.

La primera fuente a la que podemos dirigirnos es un texto joaneo contenido en el 'discurso de despedida' de Cristo el día antes de la pasión y muerte en cruz. Jesús habla de la venida del Espíritu Santo en conexión con la propia 'partida', anunciando su venida (o descenso) sobre los Apóstoles. 'Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy os lo enviaré' (Jn 16, 7).


El contenido de este texto puede parecer paradójico. Jesús, que tiene que subrayar: 'Pero yo os digo la verdad', presenta la propia 'partida' (y por tanto la pasión y muerte en cruz) como un bien: 'Os conviene que yo me vaya...'.Pero enseguida explica en qué consiste el valor de su muerte: por ser una muerte redentora, constituye la condición para que se cumpla el plan salvífico de Dios que tendrá su coronación en la venida del Espíritu Santo; constituye por ello la condición de todo lo que, con esta venida, se verificará para los Apóstoles y para la Iglesia futura a medida que, acogiendo el Espíritu, los hombres reciban la nueva vida. La venida del Espíritu y todo lo que de ella se derivará en el mundo serán fruto de la redención de Cristo.

Aceptar la Bendición de Nuestro Mesías alabe su santo Nombre

Hemos citado varias veces las palabras de Jesús, que en discurso de despedida dirigido a los Apóstoles en el Cenáculo promete la venida del Espíritu Santo como nuevo y definitivo defensor y consolador: 'Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque le ve ni le conoce' (Jn 14, 16-7). Aquel 'discurso de despedida', que se encuentra en la narración solemne de la última cena (Cfr. Jn 13, 2), es una fuente de primera importancia para neumatología, es decir, para la disciplina teológica que se refiere al Espíritu Santo. Jesús habla de Él como del Paráclito, que 'procede' del Padre, y que el Padre 'enviará' a los Apóstoles a la Iglesia 'en nombre del Hijo', cuando el propio Hijo se vaya, 'a costa' de su partida mediante el sacrificio de la cruz.

Hemos de considerar el hecho de que Jesús llama al Paráclito el 'Espíritu de la verdad'. También en otros momentos lo ha llamado así (Cfr. Jn 15, 26; Jn 16, 13).

2. Tengamos presente que en el mismo 'discurso de despedida' Jesús, respondiendo a una pregunta del Apóstol Tomás acerca de su identidad, afirma de sí mismo: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida' (Jn 14, 6). De esta doble referencia a la verdad que Jesús hace para definir tanto a Sí mismo como al Espíritu Santo se deduce que, si el Paráclito es llamado por Él 'Espíritu de la verdad', esto significa que el Espíritu Santo es quien después de la partida de Cristo, mantendrá entre los discípulos la misma verdad, que Él ha anunciado y revelado y, más aún, que es Él mismo. El Paráclito, en efecto, es la verdad, como lo es Cristo. Lo dirá Juan en su Primera Carta: 'El Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad' (1 Jn 5, 6). En la misma Carta el Apóstol escribe también: 'Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error 'spiritus erroris'' (1 Jn 4, 6). La misión del Hijo y la del Espíritu Santo encuentran, están ligadas y se complementan recíprocamente en la afirmación de la verdad y en la victoria sobre el error. Los campos de acción en que actúa son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y error es el primer momento de dicha actuación.


3. Permanecer en la verdad y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, tanto de los primeros tiempos como de todas las nuevas generaciones de la Iglesia a lo largo de los siglos. Desde este punto de vista, el anuncio del Espíritu de la verdad tiene una importancia clave. Jesús dice en el Cenáculo: 'Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora (todavía) no podéis con ello' (Jn 16, 12). Es verdad que la misión mesiánica de Jesús duró poco, demasiado poco para revelar a los discípulos todos los contenidos de la revelación. 


Y no sólo fue breve el tiempo a disposición, sino que también resultaron limitadas la preparación y la inteligencia de los oyentes. Varias veces se dice que los mismos Apóstoles 'estaban desconcertados en su interior' (Cfr. Mc 6, 52), y 'no entendían' (Cfr., por ejemplo, Mc 8, 21), o bien entendían erróneamente las palabras y las obras de Cristo (Cfr., por ejemplo, Mt 16, 6)11 ).

Empezar un Nuevo día aprendiendo sobre las Sagradas Escrituras (1569)

¡Ay de mí! Que he venido a ser como cuando han cogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia, que no queda racimo para comer; mi alma deseó los primeros frutos.

Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan a la sangre; cada cual arma red a su hermano.

Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman.

El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tus atalayas, tu visitación, viene; ahora será su confusión.

No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado, guarda, no abras tu boca.

Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre son los de su casa.

Yo empero al SEÑOR esperaré, esperaré al Dios de mi salud; el Dios mío me oirá.

Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque si caí, he de levantarme; si morare en tinieblas, el SEÑOR es mi luz.

La ira del SEÑOR soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi juicio; él me sacará a luz; veré su justicia.

Y mi enemiga lo verá, y la cubrirá vergüenza; la que me decía: ¿Dónde está el SEÑOR tu Dios? Mis ojos la verán; ahora será hollada como lodo de las calles.

El día en que se edificarán tus muros, aquel día será alejado el mandamiento (del duro imperio de su servidumbre ).

En ese día vendrá hasta ti desde Asiria y las ciudades fuertes, y desde las ciudades fuertes hasta el Río, y de mar a mar, y de monte a monte.

Y la tierra con sus moradores será asolada por el fruto de sus obras.

Apacienta tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que mora solo en la montaña, en medio del Carmelo; pazcan en Basán y Galaad, como en el tiempo pasado.

Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto.

Los gentiles verán, y se avergonzarán de todas sus valentías; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos.

Lamerán el polvo como la culebra; como las serpientes de la tierra, temblarán en sus encierros; se despavorirán del SEÑOR nuestro Dios, y temerán de ti.

¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y que pasas por la rebelión con el remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque es amador de misericordia.



El tornará, él tendrá misericordia de nosotros; él sujetará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.


Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que tú juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos.

¿Crees que Tiene Usted una Vida Eterna?

Respuesta: La Biblia presenta un sendero claro hacia la vida eterna. Primero, debemos reconocer que hemos pecado contra Dios. En las Sagradas Escrituras leemos en Romanos capítulo 3 y el versículo 23: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” Todos hemos hecho cosas que desagradan a Dios, las cuales nos hacen merecedores de castigo. Debido a que a la larga todos nuestros pecados van en contra de un Dios eterno, únicamente bastaría un castigo eterno. Pero, en Romanos capítulo 6 y el versículo 23 leemos, “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor Nuestro.”

En 1 de Pedro capítulo 2 y el versículo 22, leemos que Jesucristo es el santo Hijo de Dios, sin pecado. En Juan capítulo 1, los versículos 1 y 14, leemos que el eterno Hijo de Dios, se hizo hombre y murió para pagar nuestro castigo. En Romanos 5:8 leemos: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Jesucristo murió en la cruz (Juan 19:31-42). Él llevó la culpa que merecíamos nosotros (2 Corintios 5:21). Tres días más tarde El se levantó de la tumba, demostrando Su victoria sobre el pecado y la muerte. (1 de Corintios 15:1-4) Y en 1 de Pedro capítulo 1 versículo 3, leemos: “Que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”

En Hechos 3 el versículo 19, leemos que por fe, debemos arrepentirnos y apartarnos de nuestro pecado y volvernos a Cristo para la salvación. Si ponemos nuestra fe en El, confiando en que Su muerte en la cruz fue el pago por nuestros pecados, seremos perdonados y recibiremos la promesa de la vida eterna en el cielo. 

En Juan 3:16 leemos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” En Romanos 10:9 leemos: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” ¡Solamente la fe en la obra completa de Cristo en la cruz es el único camino verdadero hacia la vida eterna! En Efesios 2:8-9 leemos: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

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