Un atención particular merece la
resurrección de Lázaro, descrita detalladamente por el cuarto Evangelista.
Leemos: 'Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque
me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me
rodea lo digo, para que crean que Tú me has enviado. Diciendo esto, gritó con
fuerte voz Lázaro, sal fuera. Y salió el muerto' (Jon 11, 41-44). En la
descripción cuidadosa de este episodio se pone de relieve que Jesús resucitó a
su amigo Lázaro con el propio poder y en unión estrechísima con el Padre.
Aquí
hallan su confirmación las palabras de Jesús: 'Mi Padre sigue obrando todavía,
y por eso obro yo también' (Jn 5,17), y tiene una demostración, que se puede
decir preventiva, lo que Jesús dirá en el Cenáculo, durante la conversación con
los Apóstoles en la última Cena, sobre sus relaciones con el Padre y, más aún, sobre
su identidad sustancial con El.
4. Los Evangelios muestran con
diversos milagros) señales cómo el poder divino que actúa en Jesucristo se
extiende más allá del mundo humano y se manifiesta como poder de dominio
también sobre las fuerzas de la naturaleza. Es significativo el caso de la
tempesta
Los Apóstoles pescadores
ad calmada: 'Se levantó un fuerte vendaval'.
sustados despiertan a Jesús que estaba durmiendo en la barca. El 'despertado,
mandó al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se
hizo completa calma... Y sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros:
¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?' (Cfr. Mc 4,
37-41).
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