Ho dios padre santo en tu Nombre
mi dios te clamo En el desarrollo de una catequesis sistemática bajo la guía
del Símbolo de los Apóstoles, después de haber explicado los artículos sobre
Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre por nuestra salvación, hemos llegado a la
profesión de fe en el Espíritu Santo. Completado el ciclo cristológico, se abre
el neumatológico, que el Símbolo de los Apóstoles expresa con una fórmula
concisa: 'Creo en el Espíritu Santo'.
Si la partida de Jesús tiene
lugar mediante la muerte en cruz, se comprende que el Evangelista Juan haya
podido ver, ya en esta muerte, la potencia y, por tanto, la gloria del
Crucificado: pero las palabras de Jesús implican también la ascensión al Padre
como partida definitiva (Cfr. Jn 16, 10), según lo que leemos en los Hechos de
los Apóstoles: Exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el
Espíritu Santo prometido' (Hech 2, 33).
El llamado Símbolo
niceno-constantinopolitano desarrolla más ampliamente la fórmula del artículo
de fe: 'Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre
y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y
que habló por los profetas'.
El Símbolo, profesión de fe
formulada por la Iglesia, nos remite a las fuentes bíblicas, donde la verdad
sobre el Espíritu Santo se presenta en el contexto de la revelación de Dios Uno
y Trino. Por tanto, la neumatología de la Iglesia está basada en la Sagrada
Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento, aunque, en cierta medida, hay
preanuncios de ella en el Antiguo.
La primera fuente a la que
podemos dirigirnos es un texto joaneo contenido en el 'discurso de despedida'
de Cristo el día antes de la pasión y muerte en cruz. Jesús habla de la venida
del Espíritu Santo en conexión con la propia 'partida', anunciando su venida (o
descenso) sobre los Apóstoles. 'Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo
me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy
os lo enviaré' (Jn 16, 7).
El contenido de este texto puede
parecer paradójico. Jesús, que tiene que subrayar: 'Pero yo os digo la verdad',
presenta la propia 'partida' (y por tanto la pasión y muerte en cruz) como un
bien: 'Os conviene que yo me vaya...'.Pero enseguida explica en qué consiste el
valor de su muerte: por ser una muerte redentora, constituye la condición para
que se cumpla el plan salvífico de Dios que tendrá su coronación en la venida
del Espíritu Santo; constituye por ello la condición de todo lo que, con esta
venida, se verificará para los Apóstoles y para la Iglesia futura a medida que,
acogiendo el Espíritu, los hombres reciban la nueva vida. La venida del
Espíritu y todo lo que de ella se derivará en el mundo serán fruto de la
redención de Cristo.
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