Texto Bíblico: Deuteronomio 28: 2-4
Hace unos días recibí un hermoso obsequio. Se trata de un
pequeño árbol de bonsái artificial, hecho a mano y lleno de diminutas
florecitas en diferentes tonos rosa que en conjunto, le dan una especial
frescura y belleza. Al verlo en su totalidad, ya en la sala de mi casa, de
pronto vinieron a mi mente las múltiples y abundantes bendiciones que Dios me
ha dado. De inmediato, quise contar cada rosita del arbolito y recordar una
bendición de Dios en mi vida, pero me di cuenta que las flores serían
insuficientes, pues, el Señor cada día va añadiendo más y más bendiciones a mi
vida, de modo que, hasta el momento, serían injustamente contadas porque
correría el riesgo de pecar por olvidadiza, debido a mis limitaciones humanas.
Por tanto, quiero decirles lo siguiente sobre las bendiciones
de Dios:
1. Nunca piensen que las bendiciones del Señor son
limitadas. Nosotros las limitamos, obstaculizamos o detenemos cuando no andamos
rectamente, viviendo la vida que Dios desea que vivamos. Dice Deuteronomio
28:1-2: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para
guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy,
también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y
vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de
Jehová tu Dios.”
2. Así como las bendiciones de Dios son abundantes, esto
significa que vendrán en todo momento; es decir, cuando haya felicidad; o
cuando haya aflicción. Lo importante aquí es aprender a ver la bendición divina
aun en las tormentas. Dice Proverbios 10:22 “La bendición de Jehová es la que
enriquece, y no añade tristeza con ella.” Por ejemplo, yo les estoy escribiendo
mientras mi salud está quebrantada. Tuve que faltar al culto de mi iglesia,
pero aquí estoy, con buen ánimo, agradeciéndole a Dios por este tiempo que me
permite estar en comunión con Él y escribiendo este tema para que ustedes se
nutran más del Señor, y esto para mí es una ¡Gran bendición! Y sin contar que
hoy el Señor me prestó la vida, me dio alimento, las medicinas, mi familia
estuvo pendiente de mí. Una doctora muy querida de mi iglesia me recetó
acertadamente las medicinas necesarias para mi pronta recuperación. Y fíjense,
¡el día todavía no ha terminado! Pero la mano de Dios sigue conmigo y la puedo
sentir, sosteniéndome y dándome fuerzas para seguir adelante.
Amigo lector, ¿ha intentado recordar las bendiciones que
Dios le ha dado durante todo su andar cristiano? Si está pasando por duros
momentos, deténgase un segundo, porque este lapso de tiempo difícil le permite
depender más de Dios y dejar que Él arregle su conflicto, cualquiera que este
sea. ¡Y esto es una bendición!
Si está postrado en cama, desde allí Dios no se olvida de
usted, porque hoy usted tuvo quien le preparara los alimentos, hubo dinero para
las medicinas, hubo personas que lo cuidaron, pudo meditar más en la Palabra de
Dios. ¡Y esto es una bendición!
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