Si leemos con atención los evangelios, podemos darnos
cuenta, muy claramente, que en Jesús, Dios no se define por su poder, o por su
fuerza, como pensaban los israelitas y como esperaban que fuera su Enviado.
En Jesús, Dios se nos ha revelado como un Dios esencialmente
humilde. La humildad es uno de sus muchos atributos. Parece extraño, pero no lo
es.
llsonEsta humildad de Dios se nos hace presente de una
manera radical, en el Misterio de la Encarnación: Dios toma nuestra carne y
nuestra sangre, y se hace hombre como nosotros, en el vientre de una mujer
virgen y pobre, en un pueblito apartado de la región de Galilea, al norte de
Israel, que ni siquiera figuraba en los mapas de entonces, y que tiene que
cargar con la mala fama de ser un lugar donde viven personas incultas y poco
fieles a la Ley de Moisés.
Jesús es Dios que se viene a vivir a nuestro mundo, se
integra en nuestra historia humana, y comparte plenamente lo que somos y lo que
tenemos, incluyendo las limitaciones propias de nuestra condición. Así lo
proclamaban los primeros cristianos, en uno de sus himnos, que recoge san Pablo
en su Carta a los creyentes de la ciudad de Filipos, y que ha sido de gran
significación para la Iglesia:
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