P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
Nos disponemos a profundizar en unas de las páginas más
bellas y entrañables de los Evangelios: Las que nos presentan a Jesús como el
Buen Pastor y a nosotros como ovejas de su rebaño. Es un tema que ha alimentado
la fe y la devoción de los cristianos a lo largo de los siglos. Los primeros
cristianos no se atrevían a pintar a Jesús crucificado; sin embargo, en las
pinturas de las catacumbas y en los sarcófagos paleocristianos es muy común
encontrar representaciones de Jesucristo con una oveja sobre sus hombros. Los
presbiterios de las antiguas Basílicas suelen estar decorados con mosaicos que
representan dos filas de ovejas acercándose a beber de una fuente. La imagen de
Jesús Pastor es tan rica, que nos ayuda a comprender su identidad, su misión y
su relación con el Padre y con nosotros.
El nombre de Jesús, en hebreo, significa «Salvador». Así le
llamó el ángel cuando se apareció, en sueños, a S. José: «Le pondrás por nombre
Jesús, porque Él salvará a su pueblo de los pecados» (Mateo 1, 21). Él sabía
que éramos pecadores y que le íbamos a tratar mal. A pesar de todo, su amor por
nosotros era tan grande, que quiso dejar el Cielo y venir a nuestro encuentro
para traernos la salvación y la plenitud de la vida eterna.
No lo hizo porque
nosotros éramos buenos o lo merecíamos, sino sólo por su generosa bondad, por
su amor gratuito, en el momento en que Él lo creyó oportuno: «Al llegar la
plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo
la ley, para rescatar a todos los que estábamos sometidos a la ley y para
hacernos hijos de Dios... Ha enviado a nuestros corazones el Espíritu que clama
"Abba", esto es: "Padre". Y si somos hijos, somos también
herederos» (Gálatas 4, 4ss). Jesús no se quedó esperando a que nosotros
fuéramos a su encuentro, sino que Él mismo se puso en camino para buscarnos;
por eso se hizo amigo de los pecadores, comía con ellos y les anunciaba el
Evangelio (la Buena Noticia) del amor y de la misericordia. Esto agradaba a la
gente sencilla, que le escuchaba con gozo, y provocaba rechazo en los corazones
orgullosos y complicados.
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