Texto Bíblico: Jeremías 31:3
Hace unas semanas atrás me contaron una emotiva historia de
un padre recordando situaciones que pasaron cuando su hijo era un pequeño niño.
Este padre recordaba que su primogénito, cuando fue inscrito
en el jardín de infantes, las primeras semanas dio mucha guerra. A veces iba
llorando, otras veces le decía a su papá que lo cargue porque estaba cansado y
que lo despierte cuando llegaran al jardín. Lo enviaban muy limpio y perfumado,
pero él regresaba muy sucio. Y así, un sin número de situaciones tuvo que pasar
este padre hasta que su hijo comprendió que lo único que él deseaba era su
bien, que su hijo llegara más lejos de lo que ellos habían llegado, en cuanto a
preparación académica se refiere…
Han pasado los años, y actualmente, este joven ya es un
profesional. Ayuda en el negocio familiar, es el orgullo de sus padres, y sirve
en la iglesia al Señor, con los dones y talentos que Dios le ha dado. Y lo
bueno de todo, es que este hijo da gracias a Dios por sus padres y la paciencia
que tuvieron con él desde niño, hasta hoy, ya que en todo momento puede contar
con ellos, sabiendo que sus padres lo aman entrañablemente.
Y esto me hace recordar el actuar de nuestro Padre Celestial
una vez que decidimos aceptarlo como nuestro Dios y Salvador personal. Es allí
cuando nuestro Amoroso Padre Celestial nos inscribe en la “escuela de la vida
cristiana”.
Al principio nos parecerá que esta escuela es muy exigente,
aburrida; y cada mañana le pondremos mil y un pretextos para no enfrentarnos como creyentes en Cristo al
diario vivir. También, otras veces lloraremos, le reclamaremos a Dios el por
qué nos inscribió en esta escuela, ya que las lecciones para aprender son muy
duras, son cargas muy pesadas.
En otros momentos, le diremos a nuestro Padre que estamos
cansados, que ya no queremos caminar hacia la “escuela”, pero Él, sin decir una
palabra, nos cargará hasta que estemos en condiciones de caminar y nos sintamos
fortalecidos, menos fatigados. También sucederá, que los consejos que nos dé
nuestro Padre Celestial no nos agradarán y querremos abandonar “la escuela”,
pero Él, pacientemente, tratará con nosotros para que avancemos y no nos
quedemos atrás.
Incluso, habrá momentos críticos que, cual hijo pródigo,
abandonaremos la “escuela de la vida cristiana”, nuestro refugio junto a Él, y
nos iremos muy lejos, tocando fondo. Pero aún ahí, Él estará esperándonos
pacientemente y, cada día estará mirando al horizonte, esperando ver nuestra
silueta y así poder extendernos sus
brazos amorosos dándonos la bienvenida al hogar; porque, aunque hayamos pecado contra Él, por
más sucios e inmundos que regresemos, nuestro Amoroso Padre siempre nos
recibirá, si arrepentidos decidimos regresar al hogar, y con el firme propósito
de no volver atrás.
Así es mi Amoroso Padre Celestial: misericordioso,
compasivo, paciente, lleno de amor, perdonador. Y puede ser su Padre Celestial
también, si le entrega hoy su corazón y permite que la sangre de su Hijo
Jesucristo, lo limpie de todo pecado…
Aunque yo sé que lo primero que Él hará será inscribirlo en
la “escuela de la vida cristiana”, y que, no será nada fácil; pero lo que sí le
puedo asegurar, por mi propia experiencia,
es que, mi Amoroso Padre estará a su lado guiándolo, sosteniéndolo, y
aconsejándolo, hasta que llegue el día de nuestra graduación (si perseveramos
hasta el final), la misma que será una ceremonia muy hermosa ¡En la Patria
Celestial!
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo,
diciendo:
Con amor eterno te he amado;
por tanto, te prolongué mi misericordia.”
(Jeremías 31:3)