En la Biblia hallamos innumerables promesas de Dios. Unas
son incondicionales, otras tienen requisitos. Algunas de ellas son particulares
y se dieron sólo para ciertos propósitos; otras son generales, válidas todavía
para quien las quiera aceptar. Y otras, si bien fueron dirigidas a personas
específicas, se aplican perfectamente a cualquiera que cumpla con los mismos
requisitos.
Este es el caso de las promesas que Dios le dio a Josué
cuando recibió el encargo de guiar al pueblo de Israel a la tierra prometida:
“…Dios estará contigo en dondequiera que vayas”; “…entonces harás prosperar tu
camino, y todo te saldrá bien”; “…para que seas prosperado en todas las cosas
que emprendas” (Libro de Josué cap.1 vs.7-9)
¿Quién no quiere tener semejantes bendiciones al iniciar un
nuevo año? ¿Es posible que estas promesas se apliquen también para nosotros?
Por supuesto que sí; si es que prestamos atención a lo que Dios le pidió a
Josué: “Esfuérzate y sé muy valiente para cuidar de hacer conforme a toda la
ley…”; “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de
noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él
está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino…”.
Dios le pidió a Josué que obedezca sus mandamientos. En ese
entonces (en el Antiguo Pacto) el “libro” que tenían en las manos, era la ley
dada por medio de Moisés. Hoy su equivalente son los mandamientos de su Hijo
Jesucristo, que tanto como el primero los encontramos en la Biblia. Según Dios,
para que nos vaya bien, entonces debemos: 1º Leer y conocer lo que Jesucristo
enseñó; 2º Meditar y valorar sus enseñanzas; 3º Tomar decisiones conforme a sus
principios e instrucciones; y 4º Esforzarse y ser valiente para obedecer lo que
Cristo ordena.
Esto es un asunto de confianza, de creerle a Dios y tener la
convicción que si vivimos conforme a su voluntad él cumplirá su promesa.
Demanda entender que Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros; que sus
mandamientos no son para nuestro mal sino para nuestro bienestar. Por lo que
debemos corresponder a su amor y obedecerle. Como dice también el apóstol
Pablo: “...a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Carta a
los Romanos 8:28)
Y esto va más allá que toda expectativa… porque si le creemos
a Dios y le obedecemos, él cumplirá su promesa de tal manera, que aún las
situaciones adversas que pudiéramos enfrentar, contribuirán siempre para
nuestro bien. ¡Esto sí que es asegurar el nuevo año! No hay ya incertidumbre,
el temor se diluye, no hay necesidad de ir tras amuletos, cábalas ni baños de
florecimiento. Para quienes aman a Dios ¡todo resulta para bien!
Sea usted también uno más que comprueba la vigencia y
efectividad de las promesas de Dios. Que le vaya bien. Feliz año nuevo.
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