Una pregunta así presupone que los diezmos se cobran y los
“cobradores” son los pastores, pero esto es totalmente contrario a la Biblia.
Cobrar es recibir el pago de una deuda y los hermanos no le deben a la iglesia.
Se cobra por vender algo, pero las bendiciones divinas no se compran con dinero
sino que se reciben por gracia y fe. Cuando usted vea alguna “venta de
bendiciones” o sepa de alguien que diezma “para no ir al infierno”, los tales
han cruzado los límites de la enseñanza bíblica y están muy lejos de ella.
La Biblia enseña que todas las ofrendas (incluyendo esa
ofrenda del 10% de los ingresos llamado diezmo) son un acto de gratitud hacia
Dios y reconocimiento por todo lo que él provee. La Biblia instruye* que se
debe dar voluntariamente, con generosidad y con amor, no por obligación ni con
tristeza. Por lo tanto, exigir, presionar o cobrar, atenta contra la misma
Biblia. Si se enseña a dar, entonces no se puede imponer.
Dios no necesita dinero, pero ha dispuesto que su obra en la
tierra se sostenga con donaciones. La Biblia registra el aporte de creyentes
desde siglos antes de Cristo, como el diezmo regular y las ofrendas para la
construcción del templo. El ministerio de Jesús se sostuvo con aportes, y los
primeros cristianos ofrendaron para ayudar a los necesitados y sostener a sus
misioneros por el mundo. Los creyentes de hoy seguimos estos ejemplos.
Por desgracia, hay quienes se aprovechan de la religión para
enriquecerse (que Dios los juzgue) y por culpa de ellos se mete a todos los
pastores en “el mismo costal”. Si usted piensa así se equivoca. Ser pastor es
obedecer el llamado de Dios para servirle a él, servir a los hombres, y no
servirse de ellos, estando dispuestos al sacrificio cuando el ministerio lo
demande. Si reciben un sustento proveniente de las ofrendas es porque así lo
dispuso el mismo Señor Jesús. Él enseñó que los que trabajan en el evangelio
sean sustentados por los frutos del evangelio: “El obrero es digno de su
salario”.* Así que hay que diferenciar entre el que busca enriquecerse y el que
recibe un sustento honesto y digno por su trabajo, por supuesto acorde a la
realidad de la iglesia y su localidad.
El pastor no se lleva los diezmos como muchos creen. En las
iglesias sanas y organizadas hay un equipo administrativo (tesorero,
secretario, etc.) quienes reciben las donaciones y guardan el dinero para
distribuirlo según el presupuesto de la iglesia y poder cubrir todos sus
gastos, incluyendo la ayuda social y las misiones. El pastor y el personal solo
reciben la ofrenda o sueldo que se les ha asignado.
Personalmente, sonrío cada vez que alguien insinúa que “me
hice” pastor para enriquecerme. Y sonrío porque soy un profesional en
ingeniería civil; si mi motivación fuera el dinero no trabajaría como pastor
sino como ingeniero, ganando por lo menos el doble o mas probablemente el
cuádruple de lo que percibo actualmente. No es un lamento ni una queja, lo digo
como aclaración, porque el sueldo que hoy recibo es menor al que recibía hace
más de diez años cuando trabajaba en mi carrera, aún sin haberla terminado. No
es por el dinero que soy pastor, lo soy por vocación, y Dios suple todo lo que
como familia necesitamos. Gracias a él contamos con una tienda bazar que
administra mi esposa, de manera que podemos adquirir ciertos bienes y por
supuesto, contribuir también con los proyectos de la iglesia.
¿Se preguntan por qué los creyentes donamos dinero a la
iglesia, incluso el 10% de nuestros ingresos? Nuestras razones son parecidas a
las que tienen aquellos que con sinceridad donan a una ONG o a una causa política:
Creemos en el evangelio y su poder transformador; con la diferencia que nuestra
causa sí tiene trascendencia eterna. Damos voluntariamente, con generosa
gratitud, sabiendo que Dios continuará proveyéndonos para nuestro beneficio y
el de su obra. “Dios ama al dador alegre”.
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